Nos vuelve
a deslumbrar con sus magníficos textos este insigne español, Fernando Savater,
escritor y catedrático de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid,
nacido en San Sebastián en el año 1947, en las postrimerías del gobierno
totalitario de Francisco Franco (Franquismo). Su amplia labor de divulgación y
de crítica cultural lo ha convertido en un referente imprescindible para toda
una generación en España, además de destacado intelectual y pensador, Savater
es considerado uno de los analistas políticos más conocidos de la España
contemporánea.
Figuraciones
mías es un texto compuesto por una dualidad, contundente pero a su vez tan
controvertido, está dividido en tres partes que contienen una selección de los
mejores artículos de Savater sobre temas candentes, irreverentes y polémicos;
que tratan en su primera parte sobre personajes un tanto admirados, o más bien,
personajes que con sus huellas indelebles han dejado sucesos plausibles y dignos
de mencionar por el autor; en la segunda
parte se encuentran los artículos más sobrecogedores que en ninguna otra parte
del libro, con temas sobre la educación, el papel que ésta desempeña y el rol
de la filosofía sobre una sociedad tan materializada producto de la crisis y de
la idea de bienestar incluso a pesar de prescindir de las humanidades; y
finalmente ya en el tercer y último capítulo del libro abarca temas de la ética
en la ciberseguridad. Es de crucial importancia, mencionar también que se
incluyen fotografías inéditas del autor, como queriendo amenizar la ardua y
exquisita labor de devorar un libro. Y es vital para el entendimiento de este
texto comprender que los que se exponen son artículos cargados con temas
culturales transitivos, no cerrados en sí mismos, esto quiere decir que siempre
nos estará remitiendo constantemente a muchos autores distinguidos, es ésta una
característica bastante peculiar de lo que dice Savater deberían tener los
artículos.
Sobre el gozo de leer y el riesgo de
pensar, Savater nos invita a reflexionar sobre la educación actual sumergida en
la era del internet y el papel que puede jugar en ella la filosofía, siendo de
este modo, con la educación subida al tren de la tecnología, más precisamente
con el internet en el volante, Savater afirma que el artículo periodístico no
está en una de sus mejores etapas debido a la puesta en escena de los blogs o
fórmulas parecidas de la red que si bien no atentan con la extinción de estos,
sí establecen un irrefutable repertorio de marcadas diferencias que
desencadenan en una lista de ventajas y desventajas para el uso del uno o del
otro. Uno de los ejemplos más comunes es la irresponsabilidad del anonimato,
mientras que en los artículos periodísticos el nombre del autor es un compromiso
más que una obligación, en las publicaciones del internet hay el libre albedrío
de ubicarlo o no. Otra de las posibles ventajas y su vez desventajas es la
brevedad del texto. “Los que debemos atenernos a la estrechez de los márgenes
de la prensa en papel, con sus endémicas carencias de espacio, envidiamos en
ocasiones a quienes gracias a la anchura del ciberespacio, pueden extenderse
casi hasta el infinito…” con estás palabra deja en manifiesto una postura con algún
atisbo de cierta frustración, pero sin embargo argumenta que un articulista no
debe escribir mucho por la brevedad del tiempo, en esa brevedad se encierran
ciertas dosis de humanismo como el de la condición humana de la mortalidad, es
decir un gran texto representa un ataque a la limitada capacidad humana de
atención y al escaso presupuesto de su tiempo de vida, es por eso que los artículos
de este libro están cargados en primer lugar de brevedad, en segundo lugar de estilo;
un estilo estético que no es lo opuesto a la seriedad, y en tercer lugar de
temas culturales transitivos; como ya se explicó anteriormente.
A propósito, hablando de estos temas
transitivos, Savater nos remite a autores, tan fastuosos como asombrosos, y en
algunos casos no solamente autores, sino que también personajes históricos como
es la figura de don Blas de Lezo, un hombre tanto eterno como incompleto que
tras haber perdido una pierna, un brazo y un ojo, se dedicó a ganar incluso
cuando tenía todo en su contra; o el caso de la magnífica Wislawa Szymborska,
poetisa de un país europeo que apuró el siglo XX hasta las heces, como
manifiesta Savater, un país que padeció dos totalitarismos sucesivos y un país
que fue borrado del mapa en más de una ocasión, me refiero a Polonia
efectivamente, esa Polonia le heredó su carácter, le dio modestia, le dio
recato y le dio perspicacia, y ella a cambio nos dejó unos poemas que
escudriñan y captan la atención hasta de los más desentendidos. O como no
mencionar a Charles Dickens, que se dedicó a denunciar las injusticias de su
tiempo, y por su tiempo me refiero al siglo XIX, al siglo de la época
victoriana, al siglo de la hegemonía británica, éste era el siglo en el que
Inglaterra se convertía en la reina del mundo con su gran invento, LA
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL, una revolución con dos caras de la moneda, la del
progreso y la de la miseria y es ésta última la que va a marcar las obras de
Dickens, quien va a ser el defensor de los indefensos, de los que carecían de derechos,
de los que la burguesía explotaba a su antojo, de esos niños con los rostros
manchados de ceniza, cuerpos famélicos y pulmones contaminados de hollín por el
humo de las fábricas, esa clase proletaria será el extracto de sus obras y ¡valla
obras! que marcaron el pensamiento colectivo permitiendo la concientización en
masa, ya que como dice Savater, “todos los buenos escritores mejoran la
literatura, pero muy pocos logran también que el mundo cotidiano sea después de
ellos algo mejor” refiriéndose precisamente a este ingenioso escritor. El
repertorio de autores e insignes personajes que nos muestra Savater en su libro
es bastante grande, pero culminaré nombrando a uno de mis favoritos y no es ni
más ni menos que el mismísimo George Orwell, fue un escritor y periodista
británico, cuya obra lleva la marca de las experiencias personales vividas por
el autor, apoyaba la democracia y se revolvía contra quienes decían que era
“más o menos lo mismo” o “igual de mala” que los regímenes totalitarios, apoyó
el socialismo, porque el capitalismo liberal que él conoció era insostenible y
se oponía a los nacionalismos defendiendo el patriotismo democrático ya que decía que los nacionalismos son disgregadores, su convicción es tan
macabramente perfecta que el mero hecho de escuchar su nombre eriza hasta los
más diminutos cilios de mi cuerpo.
Y entrando
de lleno en la educación, Fernando Savater arrasa con todo gracias a sus dotes
analíticos, críticos y escépticos. En “hablando de lo que queremos”, Savater
afirma que lo primero que hay que hacer es prescindir de los halagos, “quienes
comienzan a tratar con ellos -refiriéndose a los estudiantes- haciendo un
panegírico de si autenticidad, rebeldía, altura de miras, etc., son en el mejor
de los casos pésimos maestros…” porque asegura a posteriori que el educador
debe encarnar el papel de conformista sólo para que el inconformismo de los
jóvenes siga vías razonables. Y entonces hablando de la educación, ¿cuál sería
el objetivo de la educación?, o incluso ¿para qué educar? Savater afirma que el
objetivo final de la educación es desarrollar la disposición a reconocer y
respetar la semejanza esencial de los humanos más allá de nuestras diferencias
de sexos, etnias o determinaciones naturales, es por ello que lo que necesitamos
en primer lugar es una educación que integre más no que disgregue y en segundo
lugar una educación cívica y humanitaria, ya que afirma Savater que lo que se
quiere es encerrarnos en una fórmula reductiva de lo práctico, ignorando de que
existen tareas intelectuales sumamente provechosas aunque no sean rentables,
porque educar es ante todo “cultivar la humanidad” y no sólo preparar para
triunfar, porque para desventajas de muchos, se pretende reforzar las
asignaturas instrumentales, lo que está bien pero a no a costa de prescindir
las que sirven para reflexionar sobre los fines que pretendemos alcanzar con
tales herramientas, como es el caso de la filosofía o la educación para la
ciudadanía, y es que en realidad, lo que busca la filosofía no es un pensamiento
que resuelva los problemas y facilite la vida, sino la búsqueda del obstáculo
obviado para que la vida parezca fácil, afirma el escritor.
Ya para finalizar es importante reconocer la gran
criticidad que tienen los artículos de la tercera y última parte del libro,
acerca de la deontología de la ciberseguridad, que no es otra cosa que la ética
que trata de los deberes y principios que afectan a las normas publicas
establecidas, como por ejemplo la libertad de los ciudadanos y la seguridad de
estos mismos y del estado, y el mundo del ciberespacio ha abierto nuevas áreas
de libertad y también inéditas amenazas a la seguridad, como el robo, la piratería
digital, las descargas ilegales, etc.
Es sin duda un libro que recomiendo mucho personalmente, porque gracias a éste
libro y en general al escritor, pude conocer figuras y a escritores que valen
la pena ser leídos. Un libro corto que se puede degustar en una tarde de
Domingo, cerca siempre de la felicidad.